jueves, 27 de septiembre de 2007

...sueño...

EL SUEÑO MÁS GRANDE DE BAJADA

Despertó, una vez más, con esa extraña sensación de encogimiento. Una lucecita en uno de los asientos traseros y los fanales de otros vehículos que transitaban a esa hora por la carretera costera le permitieron echar un vistazo a los demás pasajeros, a su hermano, quien duerme en el sillón de la izquierda, del lado del pasillo.
Lo había sacudido por un hombro. —Gil, Gil, despierta —había dicho en voz baja —¡Me estoy encogiendo!
—Estás soñando. Yo te veo igual —la respuesta de Gilberto, con voz y palabras llenas del aire caliente del bostezo.
—No. Mírame otra vez. No. Sí. Tienes razón: ya me siento bien. —había concluido él, Gustavo, desilusionado, al ver que su hermano se quedaba dormido nuevamente.
—Sí. Tienes razón: ya me siento bien. —Mientras tiene la sensación de que su cuerpo recobra el peso normal.
Ahora, sin embargo, no se hace la pregunta: ¿Por qué todo mundo habla de la pesadez que adquiere el cuerpo en estado de sueño si a él le pasa todo lo contrario? Se siente cada vez más ligero, como si los sueños lo desalojaran a otra dimensión, a otro mundo del que siempre vuelve, como un reloj de arena que se voltea y voltea después de cierto tiempo. Se ha dado cuenta de que los periodos de sueño también son más largos, de que cada vez le cuesta más trabajo despertar y de que cuando lo hace se siente encogido, pequeño; se angustia al no saber concretar un diagnóstico: ¿es real o no el encogimiento? ¿Por qué no sigue una lógica de más a menos?
—Sí. Tienes razón: ya me siento bien.
Lo extraño, ahora, es el lugar. Tantas veces ha viajado sin tener esta molestia y cuántas veces más le ha sucedido que al despertar a media noche le aterra la inmensidad de su cuarto; y toda esa sensación de muerte al dormir por las tardes y el miedo a hacerlo, a creer que cada vez se enfrenta al sueño definitivo, como una especie de ruleta rusa. “¿Será así la muerte?” se pregunta, mientras decide despertar a Gilberto y pedirle que no se duerma, que no lo deje dormir, que lo mantenga despierto; pero no es posible: los párpados le pesan y el cuerpo se hace más leve. Cae en el sueño. El sillón se va haciendo más y más cómodo, más cama enorme, más mullida alfombra, más selva sintética de un micromundo en expansión.

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