viernes, 21 de septiembre de 2007

y va otro

Entre líneas

En cuanto terminé de leer la carta me puse a pensar en lo que en un principio llamé una equivocación o un error debido a su imposibilidad para explicarlo en inglés, el cual dijo no hablar muy bien, aunque quizá sí estaba bien explicado y yo no era tan bueno como creía y estaba embrollándolo todo en mi mente. La carta decía: “ ...you can only get here by telephone...” y casi al final estaba el número: un número sencillo y fácil de recordar.
¿Cómo pudo decir que sólo por teléfono? Seguramente no pensó en la posibilidad de una carta o tal vez se olvidó de que claramente dijo que quería que le contestara. De cualquier forma, ¿cómo le hizo ella para llegar allá? Sonreí y volví a pensar que pudo haber querido decir “reach” en vez de “get”, quiero decir: alcanzarla, llegar a ella con mi voz y no con mi cuerpo, ya que el teléfono no es un medio de transporte.
También tuve la impresión de que posiblemente no quería que fuera a ese lugar, del que dijo estaba en la montaña.
Me pregunté cómo le hacía para vivir entre esa gente, ya que no hablaba español. Además, aunque dijo que era una arqueóloga húngara, estaba convencido de que había algo que yo no me podía explicar, como magia en el aire cuando leía las líneas y, en una especie de visión del futuro, pensé que podría tratarse de una bruja o algo así.
Ansiosamente traté de escribir las primeras líneas pero no pude encontrar las palabras adecuadas. Las que usé me parecieron pobres, carentes del sentimiento que deseaba expresar. En ese instante, casi de manera automática, levanté el auricular del teléfono y marqué su número. Mientras esperaba, me dije que era una estupidez, pero estaba como hipnotizado. Al otro lado de la línea, su voz me sonó familiar, asombrosamente conocida. Me di cuenta de que ésa era la voz que había oído mientras leía, y no la de mis pensamientos. Le dije quién era y, para mi sorpresa, dijo que ya sabía que la iba a llamar. Dije que quería verla porque estaba impresionado y luego me encontré riéndome de ella y tratando de convencerla de que uno puede viajar en camión o en carro o en lo que sea, pero no en teléfono.
—Do you really want to be here? —preguntó.
Dije que sí, que necesitaba estar allá. Le dije que ya sentía que era imposible vivir sin ella. Lo dije de veras. Es chistoso, pero mis palabras actuaban, no contra mis pensamientos, sino por anticipado, ya que en cuanto las pronunciaba, inmediatamente me convencía de que eso era lo que había querido decir.
Dijo que también me amaba y pude sentir su lengua lamiéndome completamente y, sin dolor, empecé a ser succionado por el auricular en un viaje a través de la línea telefónica cuyo destino ya sabía.

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