sábado, 29 de septiembre de 2007

avión

EL AVIÓN

Mientras éste que escribe hablaba con la chica, tratando de concentrar la atención en las palabras y no en las manos embebidas en un asunto de papiroflexia, dulces bloques sonoros fluían de los gruesos labios de la morena; sin embargo (y quizá por lo mismo), era difícil concentrar la atención en las palabras y no en los labios y en las finas manos embebidas en un asunto de papiroflexia.
De vez en vez había también una risa, unos dientes blancos blancos y yo pensaba que el color del papel y los dientes era muy similar, uno entre las manos y el otro entre los labios que yo ya estaba mordiendo mentalmente mientras decía que sí con la cabeza y alcancé a escuchar —¡Me estás dando el avión! y pensé que quería darle mis labios para besar sus manos y detener los dobleces del papel que ella estaba jugando frente a mí, pero es ella quien siempre decide terminar la tarea: —Son diez pesos. —me dirá, dándome el avión de papel, blanco de mi recuerdo (recién hecho).

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