domingo, 14 de octubre de 2007

Lázaro

Lázaro fue un cadáver averiado. Averiado a la inversa: una segura descomposición saboteada, postergada hasta el filo de otra hora. Qué horrorizante luz, y lo que es peor: cuántas preguntas. “Que nadie me reviva, por favor” sería seguramente su epitafio.
Yo quiero un second chance antes de irme, quiero un golpe de suerte que noquee.
—¿Que no qué?
Seguramente surgirá la pregunta, re-suscitada.

No hay comentarios: