viernes, 19 de octubre de 2007

Gusano



"Cuando sintió que los dedos de sus pies empezaban a unirse entre sí, dejó de usar zapatos. Se aplicó talco, pero las molestias siguieron en forma de una sustancia ligosa que por más que lavara hacía que sus dedos se mantuvieran pegados. A pesar de eso, no quiso ir al médico."
—¿Había un médico cerca?
—Sí, pero no en esa manzana. Lo que pasa es que él era muy flojo.
—¿Tenía teléfono?
—No. Continúo: "Llegó el momento en que no pudo despegarlos, y luego, cuando las líneas divisorias entre dedo y dedo empezaron a desaparecer, pensó que no debía demorar más la ida al médico, pero entonces se dio cuenta de que tenía una gran dificultad para caminar: tenía las piernas entumidas y sentía cómo la piel se le pegaba a la tela del pantalón. Fue muy doloroso quitárselo."
—¿Cuánto tiempo había transcurrido?
—A él le parecieron varios días, pero realmente eran unas horas, quizá ocho o diez. Cuando despertó y vio que su mamá no estaba.
—¿Cómo? ¿Vivía con su mamá?
—Sí, mamá. Su mamá le dejó una nota diciéndole que no vendría hasta la noche, que iba a vender ropa, pero él sabe que su madre tiene un amante.

La mujer se puso pálida. Ya de por sí era una escena deprimente verla arrodillada al lado de su hijo, a quien encontró arrastrándose. Empezó a llorar y sólo pudo decirle que siguiera con su relato.
—¿En dónde me quedé?—dijo él.
—Que yo no estaba.—dijo ella, eslabonando apenas sus palabras —No, no, no —dijo, corrigiéndose—: que se había quitado los pantalones.
—Ah, sí. "El pensó que cómo era posible que las piernas se le hubieran engrosado tanto. Una vez desnudo, se horrorizó al ver cómo sus piernas se pegaban una a la otra para hacer una sola pieza. Le pareció que había tardado mucho tiempo en darse cuenta de que se estaba volviendo un gusano o que quizá ya era un gusano y alguna vez soñó con que era una persona; quizá su madre era una gusana o su abuela era una gusana y él había nacido humano, anormal, y ahora estaba empezando a cambiar. Realmente pensó que ya no importaba porque se sentía bien así, arrastrándose de uno a otro lado, perforando la carne del aire." y de pronto se abre una puerta que yo no sabía que existía y entras tú, mamá, y me preguntas que si hay un doctor cerca, que si tenemos teléfono, que si cuánto tiempo tardaste lejos de mí y me quieres poner una manta encima y te pones a llorar cuando te cuento la historia del gusano hijo de su gusana madre que se arrastra con otro gusano aprovechándose de que su gusano marido está en otra manzana o quizá ya está muerto. Mamá ¿cuándo nos vamos a caer de este árbol?
—No sé —dijo la señora—, creo que ya empezamos —añadió, y se alejó sintiendo que se arrastraba, haciendo a un lado el aire, empujando con su cuerpo hacia adelante, formando jorobas que dejaban muy clara su condición de gusano.

No hay comentarios: