viernes, 5 de octubre de 2007

Ejercicio

Mientras veo la foto de P & M, se me ocurre casar dos palabras, digamos dos sustantivos. ¿Cómo sería su luna de miel? Las dejaría juntas en una jaula, o en una pecera, en un hábitat idóneo. Dos palabras en las cuales el dimorfismo sexual sea muy marcado. Se imbricarían o se yuxtapondrían; incluso podrían intrincarse, mezclarse de manera tal que sean irreconocibles en el acto de verlas y derivar de ellas dos, tres palabritas que tengan algo de, pero que sean diferentes de sus padres, por ejemplo: sustantivitos o adjetivitos, no sé.
De pronto imaginé a la hembra asombrándose por haber tenido una preposición y un adjetivo. Me pregunto de qué manera influirían unos en los otros, siendo todos nacidos de sustantivos, en este caso. —Se parece a su abuelo, —dirá él, recordando que nació de dos largos adjetivos y que tuvo por hermanos a una conjunción con complejo de réferi y a un sustantivo enclenque. Así es la vida. Uno nunca sabe. Lo único cierto es que, a diferencia de la nuestra, no se dan familias muy numerosas, y nunca falta un roto para un descosido.

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