sábado, 6 de octubre de 2007

Despertar de Carlos...

DESPERTAR DE CARLOS DEBIDO A UN RAYO DE SOL QUE SE FILTRA POR LA VENTANA

¿a vos no te parece que en realidad es ahora que yo estoy soñando?
Julio Cortázar. RAYUELA

La luz del sol que se filtra por la ventana despierta a Carlos, quien se estira, bosteza, y trata de recordar alguno de sus sueños. Nada. Sólo la conciencia de que es domingo y de que tiene un cuento por terminar.
Se para, se pone las pantuflas y de pronto ya está sentado frente a la computadora.
—Tú y yo tenemos cuentos pendientes —le dice—, y ríe malévolamente.
—¿En qué me quedé? Mmm ¡ah, sí!
Se dispone a seguir escribiendo cuando se da cuenta
—¡Oh no! ¡Mi cuento
de que su cuento
—es
era
—un horroroso sueño!
un sueño. Entonces despertó: la luz del sol se filtraba por la ventana y le daba directamente en la cara. Instintivamente quiso cubrirse los ojos con las manos,
—¡Hey! ¡Mis manos! ¿Dónde están mis manos?
pero sus manos habían desaparecido.
—¿Ahora cómo voy a poder terminar mi cuento?
Nada. Sobre sus ojos chocaron unos muñones.
—¿Qué es esto? No son. . .
No, no eran muñones. Se dio cuenta de que era hueco por dentro. Esto ocurrió debido a que sus ojos, sacados y succionados por esos tubos —sus brazos—, viajaban por su cuerpo de hojalata; entonces sintió que empezaba a calentarse, a calentarse
—Mi piel de hojalata se calienta
ya que el sol se filtraba por la ventana
—se calienta
hasta despertar a Carlos, quien sólo acierta a voltearse para que la luz no hiera sus ojos.
—Carlos. . . ¡Despierta!
Ya estaba despierto: la luz del sol
—Estoy despierto, mamá. Ya te dije que no abras las ventanas antes de hablarme, me molesta la luz. Oye mamá, pero ¿no parece que tú ya estás muerta?
—¿Con qué tonterías me sales ahora? ¿Son ésas las ideas que escribes en tus cuentos? ¿Así piensas ganar ese concurso?
—Pero... ¡mamá! Si ayer mismo te enterramos, ¡si yo mismo cargué tu cruz!
—¡Puta, si cargaras mi cruz! ¡Si mi cruz eres tú, pinche huevón! ¡Si desde cuando te estoy manteniendo y ni pa’ cuando encuentres trabajo! Ganar un concurso ¡bah!
—Otra vez, otra vez me va a echar en cara lo que me da —murmura Carlos—. Pero si de verdad está muerta, yo mismo le tiré un puñado de tierra.
—¡No te tapes los ojos! ¿Carlos? Mírame ¡Mirame! Mira la luz.
La luz del sol que se filtra por la ventana despierta a Carlos.
—Qué raro —se dice— estos sueños que estoy teniendo parecen estar uno dentro del otro, pero ¿por qué no hago ningún comentario? ¿por qué no repercuten en el sueño siguiente?
Entonces procede a anotar todo en su diario de sueños, con miras a usar algo después en alguna historia. Termina de escribir. Se mete al baño y se ducha rápidamente. Mientras se seca, oye que el agua sigue saliendo, sigue, sigue saliendo de la regadera, pero
—No es agua: ¡Es tinta!
no es agua: primero es una especie de tinta que después se vuelve humo y el baño empieza a llenarse de esa especie de neblina que empieza a proporcionarle frío y miedo, ya que es la noche lo que sale de la regadera, la que llena el baño y la recámara de oscuridad hasta que la luz del sol se filtra por la ventana y despierta a Carlos. Su mujer ya se levantó y le está dando de comer a la niña.
—¿Por qué no me hablaste? —le dice— Los muchachos ya deben estar trabajando, y yo aquí, ¡bien jeta!
—¡Si no hubieras tomado tanto! ¿Yo qué culpa tengo?
—¿Como? ¡Ahora sí! ¡Ya pleito lo volvió! Pero tienes razón: sólo yo tengo la culpa. Debí haberle hecho caso a mi papá, mejor hubiera...
De pronto se dio cuenta de que hablaba solo. Su esposa se había borrado y todo lo demás se iba desvaneciendo, todo excepto la ventana, por la que se asomaba el sol, y con su bastoncito de luz golpeó al escritor en los ojos y lo despertó.
—Agh
Se estiró, y se dijo que cómo era posible que se le hubiera hecho tan tarde. Mientras se ducha va recordando: ha estado teniendo una serie de sueños, uno dentro del otro, en los que se llama Carlos.
—Es muy trillado —se dice, pero no lo desecha como tema pues, todo el día, mientras da sus clases en la universidad y aun a la hora de las comidas, tiene presente la idea de la historia. Son las diez de la noche. Se sienta frente a la computadora y empieza a escribir un cuento en el cual sueña que sueña que sueña que sueña que es el personaje de uno de sus cuentos: un tal Carlos que tiene a una muerta encima. Un tipo fantasioso que recurre a esta treta para salir del problema. Está casi por terminarlo cuando siente que tiene mucho sueño. Ha sido un día pesado. Apaga el aparato. Va a su recámara; se quita los zapatos, el reloj, la ropa; pone la alarma; se mete a la alberca.

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