lunes, 27 de agosto de 2007

Vidrio


A mitad de la calle, el dolor llegó y el ángel empezó a cojear. Volteé a verlo.
—¿Qué te pasó? —le pregunté.
Tres cuadras antes yo había empezado a tejer una historia, un cuento generado por la noción sorpresiva de un dolor en la rodilla derecha al bajar la acera. La historia en cuestión tenía muchas calles y esquinas. Así, me torcería la otra rodilla, el tobillo, no sé: un golpe contra un árbol me afectaría de manera tal que nunca llegaría a casa, o lo haría arrastrándome, con todos los huesos rotos o desprendidos; por eso, cuando vi a mi ángel de la guarda rengueando, pensé que actuaba.
—Se me ensartó un vidrio en el pie— me dijo, y mientras lo ayudaba a llegar a la orilla de la acera poniente, agregó: —Me duele: cada que me muevo se me entierra más. Es un pedazo de vidrio.
Se sentó. Creí que era actuado, pero también creí que había un vidrio, o un clavo. Lo busqué por fuera, en la suela: no estaba. Empecé a desatar la bota trabajosamente y pensé que era un performance, todo un performance el estar ahí, a las nueve de la noche o nueve y media, desatando una apestosa bota militar del pie de un ángel de apariencia hipiosa. Empecé a quitársela, a jalarla mientras el ángel decía y repetía: —Quítamelo, vas a ver que ahí va a estar. Es un pedazo de vidrio que se me ensartó.
Nada: no había vidrio. No había herida. Sólo ausencia de dolor en mi rodilla. Sólo la ausencia de la historia en mi cabeza porque, aunque recordaba la idea de los huesos adoloridos y todo, ya no tenía esas palabras enlazadas de la misma manera, ni había forma de traerlas a la mente. Los escritores no debemos tener ángeles guardianes. Son seres capaces de querer salvarmos de nosotros mismos, de nuestros deseos, sin saber muchas veces que todo es imaginación, que todo es material para nuestros cuentos. “Hay que andarse con cuidado” me dije, sabiendo que mi pensamiento era leído por él.
Ahí estaba el vidrio, verde, filoso, mediano, visible, a mi alcance, sobre una bolsa de nylon al pié de una caseta telefónica. No lo pensé. No lo pensé. Lo tomé rápidamente y lo metí en la bota. “Me vale madre” me dije. “Me vale madre”.

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